A veces quisiera que un rayo te atravesará, que sintieras por un momento un poco de lo que mi corazón recelosamente guarda: ese dolor de amarte, de pensarte y de extrañarte. Veo con tristeza, amor, que todo fue para nada.
Con todas mis fuerzas quisiera que desaparecieras, que algún ángel piadoso te atravesara con su espada vengadora y que sintieras en carne propia todo lo que he pasado por ti.
Si ese ángel del cual te hablado y por el cual todas las noches ruego, apareciera frente a mí y lo pudiera guiar hasta tu dulce hogar, solamente le diría: Míralo, ahí está, sin ninguna preocupación, campante de verdad, impávido; ¿es real?... sólo te pido un favor dulce ángel de mi amor: hazle sentir lo que yo, por un segundo o tal vez dos. Luego mátale, ten piedad de él, porque no creo que pueda resistir escuchar a su corazón morir igual que el mío murió, cuando a él se le olvido que yo era su gran amor. Entonces mátame también a mí para así dejar ya de sufrir.
Así es, tú sutil tirano, eres el causante de mi pena, por ser tan hábil, tan mentiroso, tan especial, tan cruel, tan ingenioso, tan sutil, tan malévolo, tan cariñoso, tan maravilloso, tan... tú.
¿Sabes? ahora te digo adiós, ojalá que tengas una vida plena y que nunca tengas que pasar ni por la mitad del sufrimiento por el que he pasado yo, me despido para siempre, porque nunca volverás a verme. Es una promesa, a partir de hoy saldrás de mi mente y de mi vida, te quiero y te querré siempre, pero por ahora te enterraré en lo más profundo de mi mente, porque ya me di cuenta que no quiero volver a verte, me haces daño así que adiós.
No comments:
Post a Comment